Orígenes
En la época egipcia fue cuando se empezaron a utilizar las primeras clepsidras, especialmente durante la noche cuando los relojes de sol ya no servían. Consistían en vasijas de barro llenas de agua hasta una medida, con un orificio en su base por el que salia el agua a una velocidad determinada y por lo tanto en un tiempo concreto. El cuenco estaba marcado con varias marcas que indicaban el tiempo transcurrido en las diferentes estaciones del año.
En Grecia estos relojes siguieron usándose en los tribunales de Atenas para medir el tiempo de los oradores. Platón los perfeccionó, siendo su función no solo de medidor de tiempo sino también de alarma, que utilizó para despertar a sus alumnos de la academia.
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